miércoles, 6 de octubre de 2010

RAFAEL CORREA Y EL GOLPE DE ESTADO DEL CABO COTONETE

El marco de honor de golpistas latinoamericanos está decorado de apellidos: Galtieri, Videla, Trujillo, Pinochet, Durán Arcentales, Castro Jijón. Generalmente, los golpes de estado lo dirigen generales y almirantes, solo en Ecuador, cabos y sargentos.

Fernando Villavicencio V[i].

Mariano Farinango, campesino de la Provincia de Cañar, se hizo policía luego de un frustrado intento de convertirse en migrante; en su adolescencia soñó con ser agrónomo, pero el destino patrio y la desesperación económica lo condujeron a un uniforme, no ingresó a la academia policial, por donde llegan los generales, se quedó abajo en el mundo de los rasos, cabos y sargentos, sus compañeros de botas le dicen “Cabo Cotonete[ii]” por su afición a meterse en partes escondidas y difíciles.

Le enseñaron obediencia, disciplina y lealtad, endureciéndole carne y espíritu hasta secar sus lacrimales, le adiestraron las manos con todo tipo de armas defensoras de la democracia. Ha vivido duras jornadas reprimiendo a gente muy parecida a él: en Dayuma, Molleturo, Zamora, Morona, a los “guambras” del Colegio Mejía; ya ha perdido la cuenta de las bombas lacrimógenas lanzadas y cuántos cuerpos ha sometido, aunque en todas lo felicitaron en nombre de la patria, de la ley y del gobierno revolucionario.

El jueves 30 de septiembre, Mariano Farinango se encontró al otro lado de la realidad, en el hospital de la policía en Quito, donde hace dos días nació su hijo, Walter; llegó a sentirse padre y se encontró con la revuelta. Entonces le tocó moverse entre la cuna y la calle, no podía ser extraño al reclamo de sus compañeros. Inexperto en protestas, tuvo que recordar y acomodar las consignas que tantas veces silenció: “la tropa unida jamás será vencida”, no tenían otra, es la única que registra el diccionario callejero y además tiene rima y musiquita. Prendieron fuego a las llantas que tantas veces apagaron, saludaron con los “guambras” del Mejía que tantas veces reprimieron, y hasta improvisaron pasamontañas con camisetas al estilo “zapatista”, para no ser identificados por los grupos de élite y la inteligencia de PAIS.

¿Qué había tras de esas consignas y de una protesta que inició en un cuartel de Quito y de pronto contagió a los demás recintos policiales del país e incluso a varias unidades militares, ministerios y empresas públicas? Era el rechazo al veto presidencial a la ley de servicio público que modifica y conculca varios derechos y conquistas adquiridas por casi medio millón de trabajadores del Estado. Sí, eso y nada más que eso; y estalló por el lado de la policía, porque otras organizaciones de trabajadores públicos están enmudecidas, la mayoría de sus dirigentes degustando caviar en Carondelet, en nombre de una revolución que se engulló cualquier signo de dignidad y socialismo. La tropa policial y militar son servidores públicos más allá de los roles que cumplan en el Estado y como tal se levantaron, sin siquiera medir las consecuencias de su poder. Los policías ejercieron el mismo derecho de un trabajador de la salud o del ministerio de obras públicas, solo que el impacto dejó en harapos al gobierno y al desnudo lo que en el fondo es el Estado y el poder: “un grupo de hombres armados”.

De pronto, sin que estuviera en la agenda del Cabo Cotonete y demás huelguistas uniformados, el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Rafael Correa, desobedeciendo el descanso médico de 15 días dispuesto por los galenos que intervinieron su rodilla, apareció allí, sostenido en una pierna y en una muleta, con su Ministro de Policía mojado de miedo, entre la tropa, haciendo gala de su estilo de gobierno: soy el Presidente, soy la Asamblea, soy la Corte de Justicia, soy el Gabinete, soy el Comandante de Policía, soy el Estado, soy la democracia.

Con una valentía parecida a estupidez y a provocación, hizo lo que mejor sabe: asaltar micrófonos, cámaras de tv, posicionarse en la tarima, agitar la adrenalina social y extremar pasiones. Emulando al ex Ministro de Energía de Gutiérrez, Carlos Arboleda, “Tarzán de la Alpallana[iii]”, desafió a todos, abriéndose la camisa y pidiendo que lo maten. Como en un Macondo urbano, la presa se lanzó a la pólvora, la víctima con sus propios pies, al menos con uno, fue directo a sus captores, “rogando” que lo secuestren. Desbordó los límites, sobreactuó, y en las puertas del hospital recibió de su propia medicina: saboreó el bromuro de bencilo (clorobenzilideno malononitrilo) o gas lacrimógeno tantas veces usado en contra de “ambientalistas infantiles”, “izquierdistas bobos”, “mineros mafiosos”, “burócratas dorados”, “melenudos”, “bandoleros”, “enemigos del cambio”, como suele acusar cada sábado a quienes no le hacen reverencia.

Farinango con su hijo llegando y las familias de sus compañeros tomados los cuarteles, los jefes: coroneles y generales, intentando calmarlos, incluso bajo amenazas, pero ellos tenían las armas y eran mayoría, casi cuarenta mil frente a unas cuantas decenas de comandantes armados de susto. La cadena de mando y obediencia se hizo trizas, la tropa policial desconoció las órdenes de arriba; los “nadies” se rebelaron calificando a sus comandantes de traidores. Obligados a cumplir órdenes en nombre de la democracia, a dar la cara y poner la bala en nombre de un poder invisible y cobarde, a mancharse las manos para que otros anden limpios, a golpear y luego gritar su dolor en silencio, a encarcelar pobres y hacerse de la vista gorda frente a los peces gordos, ellos solo querían un trabajo para sobrevivir, en una sociedad que no pudo ofrecerles más.

Los oficiales palidecieron, las estrellas opacadas, palas y charreteras huérfanas de brillo. El poder quedó desnudo de poder, los ministros y asambleístas revolucionarios sin guardaespaldas, sin motonetas ni carros blindados, alargando el paso, pisando huevos, parecían vendedores de pólizas de seguro en guerra civil, apenas ropa con carne y hueso.

Los mandos medios de la revolución, corrían a buscar banderitas verdes descoloridas, por facebook y tweeter llamaban a sus pares hasta la plaza grande a defender la democracia y de paso sus puestitos ganados sin concurso de merecimiento; otros los más gatos, por si acaso, mandaron sacar de sus despachos toda prueba que los involucre con varios ceros a la derecha arrancados del erario nacional.

Afectado por los gases, la presión arterial enloquecida, la rodilla inflamada y los nervios destrozados, el Presidente fue atendido en el hospital por médicos y enfermeras de la Policía, se instaló en la habitación 302 donde recibió todas las atenciones, hasta ese momento jamás se habló de secuestro ni nada por el estilo, tanto así que entraban y salían ministros, asambleístas, periodistas de los medios oficiales, en algo muy parecido a un gabinete itinerante de los que arma todas las semanas. Desde el hospital, Rafael Correa, despachó, dispuso el estado de excepción, la movilización militar, se quejó ante sus colegas del mundo, ente la condenada OEA y la UNASUR, ordenó una cadena nacional de radio y televisión ininterrumpida, en la cual solo desfilaron las voces gobiernistas; desde entonces los locutores de la radio pública se convirtieron en agitadores, convocando al país a levantarse para liberar al Presidente secuestrado y sofocar el golpe de estado. Secuestro especial, lleno de periodistas, cronistas gráficos, enfermeras, médicos, enfermos, niños, miembros de fuerzas especiales, asesores venezolanos y el gabinete en pleno entrando y saliendo del escenario de “cautiverio”.

Todas las versiones de médicos, enfermeras, periodistas independientes, oficiales de policía y la lógica de los acontecimientos, conducen a señalar que en horas de la tarde del 30 de septiembre, los guionistas del régimen armaron su propia obra teatral. El Presidente “quería salir con la frente en alto”, no podía abandonar el hospital en medio del himno policial y la calle de honor que le prepararon los Farinangos, Quishpes y Daquilemas, no, él es RC, Revolución Ciudadana, y tenía que salir redimido por su Estado Mayor, convertido en héroe en medio de un teatro de guerra, con muertos y heridos, con recién nacidos asfixiados, mujeres y hombres enfermos, doblemente enfermos, con un hospital bombardeado.

El himno de la policía se había acabado, la calle de honor esperando que salga el Presidente, cuando de pronto, sin aviso, el asalto total, un pequeño Bagdad en Quito. Entre la música de las ametralladoras, gritos y silencios eternos, Rafael es rescatado de las “garras de los golpistas”, por sus grupos de élite, mientras en Palacio la muchedumbre llora y vibra con las imágenes transmitidas en vivo y en pantalla gigante que se había preparado. El héroe llega, hace lo que sabe, se ubica en la tarima, toma el micrófono, mira a las cámaras, acomoda la sonrisa, se pone la alimentadora en la garganta y dispara: “una vez más la revolución ha triunfado, el golpe de estado de la derecha ha sido sofocado, hasta la victoria siempre”

Caído el telón, Mariano corre a ver a su hijo y a su esposa, los abraza y llora las otras lágrimas, aún se siente el gas, Walter se ha bautizado en el oficio de su padre. Al día siguiente, la Fiscalía acusa al Cabo Cotonete de conspiración e intento de golpe de estado contra el gobierno revolucionario.

Mariano Farinango, tiene que renunciar obligatoriamente, como dispone la nueva ley del sector público; los ahorritos y bonos del Estado que reciba, ojalá le alcancen hasta el año 2016, cuando Walter cumpla 16 años, y pueda ir a la Academia de Policía a hacerse General. Para entonces Rafael Correa se postulará a su sexto mandato, Walter ya podrá votar, pero nunca olvidará aquel 30 de septiembre de 2010, cuando junto al Presidente, estuvo secuestrado por su padre, el Cabo Cotonete.

[i] Fernando Villavicencio: comunicador social, militante de Polo Democrático.

[ii] Cabo Cotonete: personaje creado por el actor Carlos Michelena.

[iii] Carlos Arboleda: ex Ministro de Energía de Lucio Gutiérrez, fue bautizado como “Tarzán de la Alpallana”, porque en una asamblea de trabajadores petroleros se abrió la camisa y desafió a que lo maten. Arboleda fue de los primeros personajes en aparecer en los medios oficiales defendiendo al Presidente Correa.

A LAS NACIONALIDADES Y PUEBLOS DEL ECUADOR

Comunicado de la Conaie

No hay tiempo para hacerse héroes, ni momento para conspirar, los verdaderos héroes, sin seguridad estamos allá. Reclamando respeto, no hay revolución sin el pueblo; el pueblo es la verdadera transformación. No hay mesías que venga a cambiar la situación del país, ni gobernante que acepte el cambio radical. Los que luchamos con la verdad en la mano hemos permanecido en la persecución, nos han tratado a balazos, ha habido derramamiento de sangre (Bosco Wisuma), solo por reivindicar derechos y respeto.

Los mismos policías han sido enemigos del pueblo, el ejército ha sido enemigo del pueblo; ellos han dado seguridad a las transnacionales, el régimen socialista ya no ha querido escuchar las voces de los mandantes- La derecha, como aves rapiñas ha estado rodeando para atrapar la democracia. El Ecuador se ha vuelto un país de confrontaciones; pero, allí seguimos luchando por el buen vivir, por el derecho de la madre tierra, por nuestro futuro, y el futuro de nuestros hijos; aquel futuro que se vislumbra de paz, solidaridad, hermandad, en un estado Plurinacional e intercultural.

Los verdaderos, luchadores por la soberanía y la democracia, el sumak kawsay, seguimos exigiendo, movilizados en contra de la minería a gran escala, la no ampliación de la frontera petrolera, la inclusión a las propuestas de ley, que como movimiento hemos trabajado, seguimos exigiendo la trasversalizacion del Estado Plurinacional. Y todo lo hemos hecho por la vía democrática, justicia ante la injusticia, pero aún así no somos escuchados.

En la memoria de nuestros padres jamás, estaba la conspiración; en la memoria de nuestros padres esta la lucha y la resistencia y es el camino que seguimos. En estos momentos difíciles, cuando vemos que ellos se convierten en bestias salvajes, cuando ellos se han vuelto terror, cuando entre ellos se quieren imponer el camino del movimiento indígenas, está trazada la lucha para el pueblo, la lucha y la resistencia para un Ecuador justo, libre y democrático, la lucha y la resistencia, para que vengan los buenos tiempos, para que vuelva la tranquilidad a los ríos, montañas y lagunas, para que el aire siga dando vida a la humanidad, para que nuestros bosques sean nuestros espacios de vida, para que nuestros paramos y manglares sean espacios de recreación de nuestros hijos para, que nuestro llanto, nuestra alegría, nuestro sufrir sea un solo puño de lucha y resistencia, para que nuestra wipala sea el signo de la pluralidad.

Comunico a las bases del movimiento indígena:

1.- Mantener la unidad plurinacional a nivel de las comunidades, comunas, pueblos y, nacionalidades frente a la arremetida de la derecha-

2.- Convocar a la resistencia contra el modelo extractivista, y los megaproyectos de muerte como la minería a gran escala, la ampliación de la frontera petrolera, en los territorios de los pueblos libres TAGERI y TAROMENGAS.

3.- Convocar a la unidad nacional, para un verdadero cambio radical.

4.- Respaldarnos entre las organizaciones populares del país, para que nuestros legítimos reclamos sean incluidos en las nuevas leyes.

5.- Declarar en asambleas permanentes a nuestras bases.

Desde del corazón de la Nación Maya-Guatemala, 30 de septiembre 2010.

Marlon Santi
CONAIE Pushak kuraga, Runakunapac Apu – Presidente del Gobierno de los Pueblos y Nacionalidades del Ecuador

lunes, 4 de octubre de 2010

El Ecuador: 30 septiembre

Para entender los fenómenos desatados el 30 de septiembre es necesario poner las cosas en el contexto histórico, que nos permita tener el cuadro completo.

El Ecuador viene siendo el escenario, desde hace algunos meses, de la intensificación y ampliación de las luchas sociales que diversos sectores del pueblo trabajador, los sindicalistas, indígenas, campesinos, maestros, la juventud estudiantil, servidores públicos, pequeños comerciantes, jubilados, desarrollan para resistir y oponerse a las políticas neoliberales del gobierno de Rafael Correa, que lesionan en los hechos los intereses del país, de los pueblos y de sus organizaciones, reanudan las privatizaciones y el entreguismo.


Qué han reclamado los trabajadores y los pueblos ?

Las acciones levantadas por los trabajadores han estado dirigidas a la defensa de los derechos sindicales, que han querido ser anulados por parte del gobierno. Los pueblos indígenas combatieron en todo el país en defensa del agua como un recurso humano vital, las comunidades campesinas e indígenas oponiéndose a la naturaleza entreguista y depredadora de la Ley de Minería, los maestros exigiendo mejores garantías para la educación nacional, opuestos a unas evaluaciones retaliatorias y excluyentes; los estudiantes y todas las universidades del país, contra una Ley de Educación Superior que elimina la autonomía universitaria, el cogobierno estudiantil, el libre ingreso, otras conquistas y derechos; los servidores públicos se han movilizado defendiendo su estabilidad, sus conquistas alcanzadas tras largas luchas, los jubilados para mejorar sus pensiones y su atención por parte del Seguro Social; los pequeños comerciantes han estado en las calles por una Ley que garantice su derecho al trabajo, la seguridad social y otras conquistas.
Estas movilizaciones y protestas también han denunciado la posición del régimen para favorecer a los monopolios imperialistas petroleros, mineros, de telecomunicaciones; de favorecer el endeudamiento externo, en condiciones desventajosas; de involucrar al país en el Plan Colombia y de impulsar una política lesiva a la soberanía nacional en la suscripción de la Convención de los Derechos del Mar (CONVEMAR).

El Presidente Correa ha respondido a estas acciones de lucha y las denuncias de las organizaciones sociales, con una política represiva que va dejando víctimas fatales, heridos y grandes daños materiales, como en los casos del ataque a la población de Dayuma, a los mineros del Azuay, el asesinato del profesor shuar Bosco Wisuma, el desalojo violento a los mineros de Zamora y otros hechos. Dirigentes de organizaciones obreras, indígenas, campesinas, estudiantiles, de maestros, han sido detenidos, enjuiciados y perseguidos; son objeto de abominables ataques y calumnias a través de una sonora y atiborrante campaña de los grandes medios que el gobierno controla, acusándolos de “mediocres”, “terroristas”, “corruptos”, etc.

Las tropas amotinadas reclaman derechos
En el marco de esta situación, el 30 de septiembre se produce en distintos lugares del país, la rebelión de las tropas policiales, la toma de los cuarteles, su salida a las calles, en respuesta a la aprobación que se diera en la Asamblea Legislativa a la Ley de Servicio Público y al veto presidencial, que significa arrebatarle a este sector una serie de beneficios, conquistas, subsidios, que los habían logrado en el transcurso de varios años.
Las tropas amotinadas denuncian estos hechos, exigen incluso el cambio de la cúpula de la institución, pero en ningún momento se pronuncian por un cambio de gobierno, por su derrocamiento y más bien solicitan el diálogo, el cese de las actitudes autoritarias y que se atienda su situación. En estas condiciones, esa lucha de las tropas policiales, se añade a la de otros sectores populares en defensa de sus aspiraciones, de sus derechos y conquistas.
Antes de que el gobierno declare el Estado de Excepción, los policías de la tropa pudieron hacer público ante los medio de comunicación sus demandas, que en lo fundamental pedían que se derogue la Ley de Servicio Público, que se restablezcan las condecoraciones y bonificaciones, establecieron que no se los podía tratar de igual forma que a otros servidores públicos, porque trabajan más horas que el resto, en condiciones distintas; rechazaron también que se les haya retirado el bono por el día de la Policía y la canasta navideña y reclamaron que no era justo que un oficial recién graduado gane 1.400 dólares frente a un sargento que, después de 25 años de servicio, gana 1.200.
Es una falacia acusar de que estas acciones formen parte de una “conspiración” en contra de la democracia, del gobierno constituido y que sea parte de un intento de “golpe de Estado” de los “fascistas”, de la “derecha”, con la “participación de la izquierda”, sin que se demuestre para nada estas implicaciones.

En realidad, la democracia representativa nunca estuvo en peligro, ninguna fuerza social ni partido político, a excepción de Lucio Gutiérrez, hablaron y plantearon la salida de Correa, todos hablaron de la necesidad de resolver el conflicto por la vía de la negociación y el diálogo, que incluso el mismo Vicepresidente de la República lo planteó desde Guayaquil.
La insistente denuncia del régimen sobre el supuesto “golpe de Estado contra la democracia ecuatoriana” trajo inmediatamente los respaldos del gobierno norteamericano y de la ONU, pero a la vez generó también los pronunciamientos de la UNASUR, de los gobiernos de la región como Venezuela, Bolivia, Argentina, Paraguay, y también de Colombia, Chile y Perú.
Corresponde señalar que la mayoría de organizaciones sociales que han reivindicado sus aspiraciones, han deslindado campos y denunciado las reales o supuestas acciones de conspiración de la derecha, de la partidocracia, de las oligarquías y el imperialismo. De esta manera se pronunciaron CONAIE, ECUARRUNARI, las Centrales Sindicales, el FRENTE POPULAR y todas sus organizaciones, de modo que las acusaciones de conspiración caen por su propio peso.
El mismo jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Ernesto González, respaldó el orden constitucional, insistió en el pedido para la revisión o anulación de la Ley de Servicio Público, causante de los conflictos, al comparecer en la cadena indefinida y obligatoria ordenada por el gobierno a todos los medios de comunicación del país; igual fue la petición de todos los voceros de los policías insubordinados, mientras los canales y medios pudieron recoger esos pronunciamientos para que se atiendan sus necesidades. La famosa “conspiración contra la democracia” que el gobierno y sus servidores denuncian, no aparece por ninguna parte.

Los acontecimiento en el regimiento Quito
Los acontecimientos eran graves y generalizados, pero se desbordaron cuando haciendo gala de prepotencia, en abierta actitud imprudente, Correa fue a enfrentarse con los rebeldes y recibió el rechazo, incluso los irascibles excesos de quienes se hallaban en el Regimiento Quito; quedó asilado en el Hospital de la Policía, desde donde en horas de la noche fue sacado en medio de un sorprendente y desproporcionado operativo militar, que fuera difundido por radio y TV a todo el país, poniendo en grave riesgo la vida del propio mandatario, provocando varias víctimas fatales de dicha acción, decenas de heridos, graves daños a las instalaciones de esa casa de salud.
Luego de su espectacular salida, Correa llega en medio de aplausos y vítores de sus partidarios a la Plaza Grande, para repetir las poses autoritarias, prepotentes y conminatorias: acusar sin pruebas, deformar la verdad y llamar a la “vindicta pública”, que “no habrá perdón ni olvido” frente a los conspiradores, etc.
Es necesario establecer aquí que la democracia es una conquista de los trabajadores y los pueblos a lo largo de centenas de años y por ello la defienden, a pesar de sus limitaciones y exclusiones. La democracia representativa es una expresión del poder de las clases dominantes, resguarda sus intereses; para la gran mayoría, para las clases trabajadoras, sigue siendo una retórica en cuyo nombre se los excluye y atropella. Teniendo claro estos conceptos, la lucha social, las acciones de los trabajadores y los pueblos, la propia rebelión de la tropa de la policía, no se propuso ni plantea quebrar la vida institucional del país y menos es resultado de los afanes conspirativos y golpistas de la derecha, la partidocracia y el imperialismo. El camino de los trabajadores y los pueblos, de la izquierda revolucionaria está claramente definido, es la marcha independiente en busca de su liberación definitiva y cotidianamente en la lucha por sus derechos, aspiraciones, conquistas sociales y democráticas.
Es necesario afirmar, sin embargo, que la prédica gubernamental de que se producía un “golpe de Estado”, tuvo éxito y confundió a un sector de la opinión pública del país y del exterior. En el ámbito popular las cosas están claras. Los acontecimientos de ayer son un nuevo episodio de la lucha social.
Más allá de las actitudes vengativas, retaliatorias y de las sanciones que aplique el régimen, ello deja profundas heridas en las tropas policiales y en varios sectores sociales; el gobierno de la “revolución ciudadana” que ahora canta victoria, debe saber que la lucha de los trabajadores, la juventud y los pueblos continúa; porque seguimos en crisis, sigue la injusticia, las desigualdades sociales aumentan, se desborda y no se sancionan los actos de corrupción. La efervescencia, la lucha social y la aspiración del verdadero cambio se va constituyendo en una bandera de cada vez mayores y más grandes sectores de nuestros pueblos. Crece la conciencia popular.
Aún y pese a estos acontecimientos los dirigentes y las organizaciones de trabajadores continúan exigiendo la anulación de los vetos presidenciales y de los elementos antipopulares y antinacionales que contienen las leyes conexas como las reformas a la Ley de Hidrocarburos, la Ley de Ordenamiento Territorial, de Servicio Público, Educación Superior, el Código de las Finanzas Públicas y otras que perjudican a los trabajadores, la juventud y los pueblos. Del mismo modo, por la derogatoria inmediata del “Estado de Excepción”, pues desde el gobierno se señala que no hay ninguna conmoción interna.

¿Golpe de Estado?
La actitud imprudente y desafiante con la que Correa llegó al Regimiento Quito, la actitud no conciliadora en la que podría haberse dirigido se convirtió en una reprimenda a los gendarmes y en un desafío a que lo “maten” provocó desmanes y gritos de “Correa mentiroso”, “Correa traidor”; luego en medio de gases y agresiones fue evacuado hacia el Hospital de la Policía, donde fue atendido de las dolencias en su pierna.
Cerca de la una de la tarde, Ricardo Patiño arengó a la gente concentrada en la Plaza Grande para ir a “rescatar al Presidente”, lo mismo hicieron los periodistas Xavier Lasso y Giovanna Tassi desde la Radio Pública, luego de las declaraciones del presidente Correa en el sentido de que estarían por entrar a su habitación en el hospital para agredirlo o para matarlo. A las 12h00, aproximadamente, se declara el estado de excepción y en esas condiciones, el gobierno ordena a los medios de comunicación encadenarse con los medios públicos. Desde ese momento empieza a posicionarse con más fuerza la idea del intento de un golpe de Estado, todos los entrevistados que son funcionarios del gobierno, tienen el papel de reforzar esta idea, que se difunde profusamente en el país y en el exterior.
Según informaciones periodísticas, los militares que debían asumir el control de la situación, esperaron a que se concretara un acuerdo con el ministro de Defensa, Javier Ponce para hacerlo, al parecer esa negociación dio resultado y los militares asumieron el control del país.
Un poco más tarde se conoce que habría un operativo militar para liberar al Presidente, esto mientras en los alrededores del Hospital se enfrentaban simpatizantes del gobierno y la policía que los dispersaban con gases.

Un espectáculo macabro y manipulador
El operativo autorizado por Correa se puso en marcha, el objetivo era “rescatar al presidente cautivo”. Se hicieron anuncios, llegaron a los celulares invitaciones para ir a la Plaza Grande a recibir al Presidente, antes de que fuera rescatado. En esa Plaza se colocó una gran pantalla para que la gente viera, en vivo, el operativo. Todo listo para el espectáculo. Un operativo confuso, que lo menos era es de rescate, y que irresponsablemente ponía en riesgo la vida de Presidente.
Por el discurso de Correa en la Plaza Grande, el primer mandatario no está dispuesto a dar pie a tras, nada de revisar las leyes, sanción para los que intervinieron en esta asonada, que aunque el Presidente diga que son solo un puñado de malos elementos e “infiltrados”, se pudo ver que la medida tenía el respaldo de la mayoría de la tropa.
Esto quiere decir que no habrá rectificaciones, que las leyes de corte neoliberal continuarán, que la prepotencia seguirá siendo la línea de conducta del gobierno, que la amenazas se pondrán al orden del día, lo mismo la criminalización de protesta social, que será sofocada a sangre y fuego.
Por ello, las organizaciones sociales deben continuar trabajando más insistentemente por la unidad de todos los sectores, para defender sus justas aspiraciones, conquistas sociales y derechos; por quienes luchamos por un futuro mejor. En esto reside, sin duda, la fortaleza de los pueblos, en ello está la garantía de la victoria!!

Algunas ideas sobre el golpe que nunca fué

Edgar Isch L.

Hay mucho que hablar sobre los acontecimientos de este 30 de septiembre, pero el análisis político debe responder a los hechos y no a afanes de aprovecharlos para justificar posicionamientos e intereses de distintos sectores. La verdad, al final, es revolucionaria porque permite conocer la verdad y actuar adecuadamente para transformarla. El engaño, en última instancia, se desenmascara porque, como diría Lenin, “la realidad es necia”. Ni unos ni otros de los que pretenden aprovechar estos hechos de manera parcial y tergiversada, podrán obtener más que beneficios temporales, pues la realidad del país no se cambia ni con palabras ni con manipulaciones de la información y la verdad.

Empecemos entonces recordando que un golpe de Estado, de los que hemos vivido muchos en América Latina o de los golpes “blandos o institucionales” ahora practicados por el imperialismo, requiere de ciertas condiciones. Lo fundamental, sin duda, es que alguien declare derrocado al gobierno vigente y anuncie quién asume la dirección del país en su reemplazo. En lo ocurrido del treinta de septiembre en Ecuador, esto no sucedió en ningún momento. ¿Cómo puede haber golpe de Estado, si nadie plantea el cambio de gobierno?

Veamos algunos detalles:

Los policías insubordinados ni siquiera presentaron un representante o liderazgo unificado. Antes de la suspensión de los medios de comunicación para tener una cadena nacional de información controlada por el gobierno de Correa, se buscaba voceros y estos no existían, solo policías que daban su opinión personal, en desorden, sin que se visibilice un discurso unificado más alá de la demanda de sus condecoraciones y bonos.
Cuando se presentó un supuesto vocero, lo que él hizo fue plantear un pliego de peticiones y pedir que se suspenda la medida de paralización. Eso, por supuesto no corresponde a un golpe de Estado, sino a una acción huelguística. Sí, una huelga de policías, algo que tal vez solo se dio en un escándalo conocido como el de las “muñecas de trapo”1, pocos años después de la dictadura. Lo que pasa es que en el Ecuador a los policías no se les reconoce el derecho ciudadano a la libre organización y, por tanto, no tienen un sindicato que recoja y exprese sus inquietudes, lo que al menos hubiese unificado su representación.
El propio Presidente de la República señala que se reunió con tres grupos distintos de policías mientras estaba en el Hospital. No con una cabeza, no con un negociador, sino con tres grupos deseosos de hablar del punto central que provocó el levantamiento. Tras uno de ellos, el sargento Marco García informa los avances sin poner nunca en duda la autoridad del Presidente.
2. La falta de unidad en la acción es otro hecho evidente. Si se recuerda de declaraciones de policías en Guayaquil y otras ciudades, ellos señalan que lo hicieron porque en el principal cuartel de Quito lo habían hecho. No hay ninguna que hable de una coordinación o planificación.
Mucho más estas características se muestran para el grupo de militares que se tomó la pista del aeropuerto de Quito (y no sus áreas de control y comunicaciones), quienes ni siquiera quisieron hablar con la prensa.
Más allá del tema inmediato de interés, los insubordinados no hicieron ninguna declaración contra el gobierno, ninguna propuesta de cambios políticos y no buscaron temas que les permitan unificar sus demandas con otros sectores sociales. Los golpistas suelen presentarse como los salvadores del conjunto de la sociedad, pero eso tampoco pasó aquí.
Desde el punto de vista simbólico, en un golpe de Estado es obligatorio tomar como el Palacio de Gobierno, para ratificar y demostrar el cambio de poder. Aquí ni siquiera hubo un intento de hacerlo.
De igual manera, es obligatorio tomar el control de los medios de comunicación para informar las órdenes de los golpistas. De esto tampoco hubo el más mínimo intento.
Ni existió la pretensión de anunciar al mundo el cambio de gobierno y buscar aliados internacionales, otra necesidad de cualquier golpe de Estado.

¿Será que las fuerzas de seguridad involucradas olvidaron que un golpe de Estado se planifica? ¿Será que no nombraron a los responsables de tareas básicas como la vocería? O ¿será simplemente que no hubo golpe de Estado y que lo que sí hubo un levantamiento policial cuyas causas y consecuencias deben ser analizadas con seriedad?

Esto explica el desacuerdo del comandante de la Policía, de las Fuerzas Armadas y de muchos sectores del país, especialmente las más nítidas representaciones populares en el Ecuador (el Frente Popular3 y la CONAIE4) de calificar a los acontecimientos como un golpe de Estado. Ello no niega que, a río revuelto, hubo gente de Sociedad Patriótica, el Partido de Lucio Gutiérrez, tratando de aprovechar el momento, pero no hay nada visible ni parcial que indique que dirigieron los acontecimientos y la actuación policial.

Igual ejercicio podemos hacer con la retención del presidente en el Hospital de la Policía. Llegó allí por decisión propia y de su seguridad, la que nunca le abandonó ni fue desarmada; tuvo contacto telefónico y personal sin ningún control; no hubo solicitud de “rescate” ni nada parecido; allí nunca le pidieron la renuncia a su cargo; los policías no usaron nunca la palabra “secuestro”. Ciertamente, no podía salir del edificio, estaba retenido en su interior, algo grave para la máxima autoridad del país y para la línea de mando, pero nada extraordinario en momentos de una protesta de esta naturaleza (los policías levantados tampoco señalaron que no lo dejarían salir del hospital o al menos no hubo una expresión de esa naturaleza que fuera recogida por la prensa). Situaciones de este tipo se han dado en las protestas populares frente a los órganos legislativos, ministros u otras autoridades del continente y, por momentos, por las protestas internacionales contra el G20, la OMC o el Banco Mundial, sin que ello sea calificado de secuestro. El uso de este calificativo tiene más que ver con el afán de sanciones y con la manera en la que en el Ecuador se judicializa la protesta social.

La judialización y criminalización de la protesta son una práctica del gobierno de Correa en los últimos tiempos, en los que se profundiza la derechización del régimen. “La criminalización de la protesta social no es otra cosa que el uso de las leyes, la aplicación del Código Penal para perseguir todas las modalidades de resistencia legítima como el activismo y la protesta social; esta aplicación de la ley ante un acto de resistencia ha sido tomada como un medio para debilitar una acción social y pretende limitar los actos de protesta que se desarrollan en el ejercicio del derecho a la libertad de asociación, expresión y manifestación pacífica. La criminalización de la protesta está siendo usada con una clara intención política de desarticular, desmovilizar, amedrentar y desacreditar a las organizaciones y movimientos sociales.

Consideramos que es abusivo calificar acciones legítimas en el marco de la protesta social, como delitos de sabotaje, terrorismo o contra la seguridad interior del Estado, delitos tipificados en los artículos del 115 hasta el 166 del Código Penal.”5

De hecho, se estima en una centena el número de dirigentes populares (y de izquierda), hoy enjuiciados por cargos tan graves y solo por ejercer el derecho a la resistencia recogido en la Constitución. Entre los perseguidos están los presidentes de la CONAIE y Ecuarrunari, las mayores organizaciones indígenas del país; la presidenta de la Unión Nacional de Educadores (UNE); múltiples dirigentes campesinos que defienden su agua ante las transnacionales mineras; estudiantes universitarios que defienden la autonomía universitaria. Y, el caso más grave, el presidente nacional de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador, detenido ya por casi 10 meses bajo cargos de terrorismo y en un proceso que claramente lo ubica como preso de conciencia.

Ninguno de estos luchadores judicializados ni sus organizaciones pueden ser identificados como de derecha o pro-imperialistas. Ninguno cometió más delito que ejercer el derecho a la resistencia, recogido en el artículo 98 de la Constitución. Se oponen a leyes de continuidad neoliberal, a la falta de diálogo para su aprobación, a la imposición de los puntos de vista presidenciales.

Estos y muchos otros hechos hacen que cualquier comparación con Venezuela o Bolivia sean equivocadas y no permitan un debate fructífero. Ni Chávez ni Evo han dicho que ellos no son antiimperialistas ni anticapitalistas, como sí lo dijo Correa ante Hilary Clinton en su visita al Ecuador; ni presentan los devaneos del gobernante ecuatoriano cada vez más alejado de sus electores y de las organizaciones populares. Por el contrario, su acercamiento a la derecha lo simboliza incluso en el pedido de amnistía a Alberto Dahik, ex vicepresidente impulsor de las mayores contrareformas neoliberales y enjuiciado por peculado y otros delitos comunes.

El levantamiento policial por supuesto puso en cuestión la vigencia de la democracia en el país. Pero también lo ha hecho meses atrás la existencia de una Asamblea Nacional sin determinación propia para legislar, con una mayoría que silencia sus opiniones y solo recoge las determinaciones del Presidente de la República. Precisamente la acción policial se presenta como resultado de un veto presidencial al que se allana la mayoría gobiernista de la Asamblea, rompiendo al igual que en otras leyes cualquier acuerdo o resultados de consulta a los sectores involucrados.

Las organizaciones populares y la izquierda no plantearon nada que las ligue con la derecha que, hay que decirlo, también estaban asustadas del “mal ejemplo” que daba la Policía y el “precedente” intolerable porque deben ser “obedientes y no deliberantes”. Lo que expresaron es el hecho que esta acción se sumaba a las de otros sectores populares, los empleados públicos y las centrales sindicales, contra la conculcación de sus derechos. La tropa policial es también un sector laboral afectado por la situación del país, a pesar de mejoras que efectivamente a tenido en este gobierno. Por no consultarles, se generó un conflicto en torno a “prevendas” que son simbólicas, pues se trata de sus medallas acompañadas de un aporte económico que, según se difundió, suele ser por ejemplo de 1.200 dólares por una vez a los 15 años de servicio.

Los acontecimientos llaman a reconsiderar que la democracia y la soberanía residen en el pueblo y no en el gobierno. La continuidad del giro a la derecha y la prepotencia gubernamental desconocen el papel del pueblo y se distancian de él. El gobierno debe reflexionar incluso considerando que por esta razón no hubo acciones populares de respaldo más que en pocas ciudades y con un número de participantes que debe llevarle a preguntarse. En Quito, el centro de toda acción de respaldo, las estimaciones varían entre 500 y 5 mil personas alrededor del Hospital en el cual estaña el Presidente. Aún las cifras más altas son pequeñas, seguramente menores al número de funcionarios estatales que ingresaron como miembros de Alianza País y, además, no toda esa gente estaba a favor de Correa, sino de la Democracia (ver comunicado de una luchadora al final de este texto).

El rechazo a cualquier intento de la derecha de realizar un golpe de Estado no se discute, y en consecuencia la defensa de la democracia. Pero amplios sectores del pueblo demandan grandes cambios y el cumplimiento de la Carta Constitucional vigente. Es el gobierno el que deberá decidir con quién y a favor de quién gobierna.

Las lamentables muertes, el funesto enfrentamiento militar – policial, las heridas que quedan, confirman que en el Ecuador hay mucho por hacer para lograr el cambio orientado al Sumak Kawsay y el socialismo.

Quito, 2 de octubre de 2010.

LA VERDAD DESENMASCARAR AL MENTIROSO DE CORREA COMIENZA A CAER EL SHOW


"LA VERDAD"

El señor Presidente nunca estuvo en calidad de secuestrado, estuvo siendo atendido por el personal médico del hospital de la Policía, mis Generales y el Sr. Ministro del Interior estuvieron en contacto permanente con él y preocupados por su seguridad, después de que de una manera prepotente en vez de conciliadora realiza el desafío incoherente de que lo maten si son valientes, nadie quería matarlo ni derrocar al régimen, su seguridad, compuesta por compañeros Policías de honor, el personal del GOE(GRUPO DE OPERACIONES ESPECIALES) lo resguardo permanentemente, incluso cuando llego al cuartel de este grupo, se le indicó que ahi era mas seguro que bajar al Regimiento Quito, y luego de todo, desde el interior del Hospital el dio varias declaraciones vía telefónica en múltiples ocasiones del día.

Minutos antes del salvaje asalto militar a esta casa de salud (ojo, no cuartel policial) con armas de grueso calibre y municiones reales, en donde se encuentran mujeres, niños y ancianos la mayoría de ellos graves, pues nadie va a un hospital de vacaciones, con diferentes dolencias y que por la gran lluvia de gases y la balacera sin medida (siendo las paredes del Hospital Quito, testigos mudos de este hecho) resultaron con asfixia y crisis nerviosas, ya se estaba cantando el Himno a la Policía Nacional y preparada la calle de honor por la que se disponía a sacar al Sr. Presidente para ser trasladado al Palacio de Gobierno, acción que se mantenía durante mas de dos horas, con motocicletas policiales esperando escoltar a dos vehículos de la caravana presidencial que nunca llegaron, por tanto, la incursión fue provocada para ganar protagonismo.

Compañero transmite este mensaje a todos tus contactos para que sepan la verdad y no como lo dicen que fue un secuestro y mucho menos un intento golpista y si estuviste dentro del Hospital cuéntale al mundo como pasó la real situación.
VALOR DISCIPLINA Y LEALTAD!!
Dr. FVM.
Bioquímico Farmacéutico
Coordinador de Medicinas e Insumos Médicos
Hospital Quito No.1 de la Policía Nacional.