El 6 de febrero, 300 soldados y policías militares fuertemente armados, enmascarados, irrumpieron en la residencia provincial de la Doctora Melecia Velmonte, distinguida especialista en enfermedades infecciosas y Profesora Emérita del Colegio de Medicina de la Universidad de Filipinas, y arrestaron a 43 trabajadores de la sanidad, médicos y enfermeros que habían estado celebrando un seminario sobre preparativos para un posible desastre rural tras las secuelas del devastador tifón Ketsana. Se les vendaron los ojos, se les ató y llevó a un campamento militar donde sufrieron violentos interrogatorios y torturas para ser acusados de terrorismo y pertenencia al movimiento guerrillero El Nuevo Ejército del Pueblo. La dueña de la granja donde los “terroristas” médicos se reunían, Dra. Velmonte, y su hijo, que estaban presentes durante los arrestos y que protestaron por la invasión de su propiedad sin una orden judicial, no fueron arrestados.
Los 43 detenidos médicos han estado custo

La prensa estadounidense, que cubre por rutina abusos de los “dere

Las “Razones” detrás de la represión
El brutal asalto y arresto, por parte del régimen de Macapagal Arroyo, de 43 trabajadores de la sanidad, comprometidos con proveer servicios médicos accesibles y básicos y ayuda y entrenamiento contra los desastres a los pobres del medio rural, puede parecer irracional desde un punto de vista económico: después de todo, en un país donde más de un 70% de la población rural nace y muere sin ver nunca a un médico, estos trabajadores sanitarios ofrecen servicios sociales vitales a poblaciones marginadas sin coste alguno para el Gobierno.
Sin embargo las consideraciones económicas no son lo que atañe a las políticas de un régimen impopular profundamente inmerso en escándalos de corrupción y triquiñuelas electorales. La principal consideración del régimen de Macapagal Arroyo es política: cómo puede el régimen mantener el control sobre un electorado intranquilo, profundamente desencantado con los señores de la guerra, líderes de clan y matones paramilitares locales, que “redondean” sus votos para el candidato elegido por el régimen. En este contexto, las clínicas de salud locales, dirigidas por trabajadores sanitarios independientes bajo el control de la comunidad, son una amenaza a la cadena local de mando del régimen, que dirige la amplia “máquina de patronato” que dicta quién vota y cómo. Cualesquiera que sean los exiguos servicios sociales que existan en las áreas rurales tienen que estar totalmente bajo su control para así subrayar la dependencia que el electorado tiene de los representantes locales del régimen.
Centros

Bajo el régimen de Macapagal Arroyo, el saqueo de las arcas del Estado ha depauperado el sistema sanitario hasta el punto de que más de 3000 enfermeros y médicos se ven forzados a abandonar cada año el país. Las clínicas privadas y las compañías de seguros suministran servicios médicos de calidad a empleados asalariados de grandes negocios, opulentos profesionales de clase media y miembros de la clase alta. En los hospitales públicos, especialmente en los mayores hospitales docentes, como el enorme Hospital General Filipino, jóvenes doctores, que ofrecen servicios críticos a decenas de miles de pacientes pobres y de baja clase media, trabajan sin salario durante meses o incluso años. Personal y facultativos están tan pobremente pagados que se ven forzados a trabajar paralelamente en clínicas privadas para poder sobrevivir.
Con las próximas elecciones presidenciales de Mayo, la élite política ha hecho un cálculo lógico: como resultado de sus saqueos y brutalidad, las promesas de prosperidad no pueden “comprar” el apoyo del electorado, cuya “lealtad” debe ser entonces “garantizada” a través de la tradicional doble M de la gobernancia filipina: Matones y munición.

El ejército ha hecho caso omiso de las órdenes de la Corte Suprema de Filipinas para trasladar a los 43 trabajadores sanitarios a Manila donde tendrían acceso a sus abogados y a cuidados médicos. La detención continuada y el abuso de los “Morong 43” por parte del régimen es un mensaje estilo gángster al movimiento de la sociedad civil filipina: “¡Manteneos al margen de las comunidades pobres o sufriréis un destino similar!” La táctica del gobierno de Macapagal Arroyo y sus partidarios en la Casa Blanca es proceder con la farsa electoral como si “nada fuera mal”.
Lo que se necesita urgentemente es una campaña internacional que exponga el envés oscuro de las elecciones filipinas y que garantice la libertad y el regreso de los “Morong 43”, sanos y salvos, a sus familias y comunidades. Lo que está en juego no son sólo las vidas de los trabajadores sanitarios presos sino también las vidas y el bienestar de muchos miles de granjeros pobres y sus familias que dependen de esos servicios vitales que les brindan.
¡Justicia para los trabajadores rurales de la sanidad!

No hay comentarios:
Publicar un comentario