"Vivimos en una sociedad que contrapone los intereses de las grandes empresas y los de la ciudadanía, como si existiera una guerra social abierta pero silenciada", afirma el escritor y periodista especializado en temas de salud, Miguel Jara. (Salvador Lopez Arnal - Rebelión) - Escritor, periodista especializado en la investigación de temas de salud y ecología, corresponsal en España del British Medical Journal (BMJ) y usual colaborador de la revista Discovery DSalud. Autor de La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo, su ensayo más reciente.
¿De qué nuevas enfermedades habla usted? ¿Nuevas en qué sentido?
El concepto exacto sería emergentes y/o "ambientales", más que nuevas, pues son patologías que ya existían hace años pero que en los últimos lustros se ha incrementado el número de afectados sobremanera por efecto de la contaminación ambiental, sobre todo de la química tóxica y de la electromagnética.
Añade usted: "y el marketing del miedo". ¿Qué marketing es ése? ¿Quiénes se publicitan a través de él?
El marketing del miedo es la expansión de manera perfectamente controlada, premeditada y estructurada del miedo entre la población para, en el caso que analizo, hacer creer a la ciudadanía que puede estar o está enferma y así vender medicamentos, antivirales y/o vacunas. Se utiliza para "obligar" a la población a abrazar las soluciones "establecidas" y hoy está cada vez más extendido entre las prácticas de la industria farmacéutica y así podemos comprobarlo en la última década con los ejemplos de la "epidemia" de gripe aviar, la gran campaña de lobby y marketing del miedo para vender la vacuna contra el virus del papiloma humano o la "pandemia" de la gripe A. Creo que al concluir la lectura del libro puede entenderse bien el fenómeno de la invención o exageración de enfermedades al que asistimos durante los últimos años.También usted sugiere en reiteradas ocasiones tener muy en cuenta el principio de precaución. ¿Cómo definiría ese principio?
Dicho principio viene a decir que hasta que no esté perfectamente garantizado que un servicio o tecnología es inocuo no ha de ponerse en circulación. Hoy ocurre lo contrario, se han liberado al medioambiente unas 104.000 sustancias químicas tóxicas muchas de las cuales se ha comprobado con estudios científicos que son nocivas. Convivimos con ellas a diario, están en casi todas partes, incluso dentro de nuestros cuerpos y no sabemos como interactúan entre ellas. Desde los años 40 del siglo pasado los soviéticos saben que la contaminación electromagnética enferma a las personas pero durante los últimos años asistimos a un despliegue descomunal de redes de telecomunicaciones inalámbricas que funcionan por microondas. Son dos ejemplos de tecnologías contaminantes a las que no se ha aplicado el principio de precaución y ya están enfermando a nuestros convecinos. Si no se acota, el problema irá a más. Eso es parte de la historia que narro en el libro.
Y no, lo que nos paraliza es expandir tecnologías "sucias".
¿Por qué afirma que vivimos en una civilización bipolar? ¿Cuáles son los vértices de esa bipolaridad?
He publicado tres libros y en ellos hay un nexo común, como una línea que los recorre que es el enfrentamiento soterrado entre empresas y personas. Vivimos en una sociedad tan mercantilista que los intereses de los grandes grupos industriales y los de la ciudadanía son contrarios. Es como si existiera una guerra social abierta pero silenciada: lo que es bueno para la industria de las comunicaciones inalámbricas, la expansión masiva de antenas es malo para la ciudadanía; lo que es bueno para el sector farmacéutico, que existan siempre personas enfermas, es malo para la ciudadanía que aspira a tener salud; lo que es bueno para la industria química (por cierto muy ligada a la farmacéutica) es malo para las personas que enferman cada vez más por la contaminación química. Es el modelo económico el que está enfermo pues al regirse por la competencia fomenta el que las grandes empresas para mantener e incrementar sus dividendos estén obligadas a producir cosas nuevas aunque estas en muchos casos no tengan sentido, no sean útiles e incluso hagan daño.
Miguel Jara.
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